En Madrid, una torre de oficinas fue «vestida» con una trama sutil e irregular de aleros, que también sirve como aislación.
No es muy frecuente que un encargo profesional consista en tomar un edificio construido recientemente para convertirlo en «otra cosa». Eso fue lo que les sucedió a los arquitectos Jerónimo Junquera y Liliana Obal, de Madrid, quienes rehabilitaron íntegramente una «típica» torre de oficinas con piel de vidrio que perteneció a una empresa de seguros, y que ahora ocupa la firma Gamesa, especializada en tecnologías para la sustentabilidad energética.
El edificio, conocido como «torre M-30», se levanta junto al neurálgico cruce de la autopista M-30 y la Avenida de América, donde el tránsito vehicular, según la definición de Junquera, «se parece a un río caudaloso».
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